Al
hablar de “Inquisición” nos referimos a aquellas instituciones
que, promovidas por la propia iglesia católica, se encargaban de
perseguir y juzgar a toda persona sospechosa de participar en
brujería, a aquellos considerados herejes o a todo aquel que
manifestase una conducta opuesta a lo establecido por las normas
morales expuestas por el catolicismo y las costumbres de la época.
Según
algunos historiadores, podemos situar el comienzo de la Inquisición
en época medieval. En 1189 surge en el sur de Francia una
institución encargada de ajusticiar y perseguir a los cátaros por
desviarse de las doctrinas en las que se basaba la Iglesia por aquel
entonces. No obstante, cuando mayor auge experimenta ésta es a
partir de 1478, año en el que, por la bula del Papa Sixto IV, la
corona de Castilla y, posteriormente, la de Aragón (1483), bajo el
reinado de los Reyes Católicos, pasan a convertirse en principales
exponentes y promotores de la Inquisición. A pesar de lo ya
mencionado, esta institución no afecta simplemente a aquellos
territorios que se encuentran bajo el poder de la Monarquía
Hispánica, pues pronto comienza a extenderse dicho movimiento (en
especial como escudo ante la amenaza que suponía la aparición de
protestantismo) hasta territorios italianos y portugueses, creándose
en cada territorio su respectiva y propia “Inquisición”.
Como
ya sabemos, uno de los principales métodos de los que se valía la
“Sagrada Inquisición”para obtener información y ajusticiar a
todo aquel sospechoso de practicar la herejía era la tortura (en
muchos casos, se hacía este tipo de acusaciones por motivos
políticos o de otra naturaleza, que nada tenían que ver con la
realidad). Si se establecía que el sospechoso era culpable de los
cargos que se le imputaban, éste se veía desprovisto de sus
posesiones y, en la mayoría de los casos era humillado y ejecutado
públicamente.
A
pesar de la crueldad que demostró esta institución, muchas obras de
investigación recientes han demostrado que la terrible fama que se
le otorgaba a la Inquisición era, en muchos casos, desmesurada y
promovida por los países protestantes que, hacían crecer así la
Leyenda Negra que arrastra la historia de la Monarquía Hispánica.
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